miércoles, 1 de agosto de 2012

Cataratas Victoria




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Comenzaré prácticamente por el final, por lo mejor. Cuando leo, escucho o veo acerca de las Cataratas Victoria, lo primero que me viene a la cabeza es la perspectiva que pude disfrutar desde las alturas, que aunque la gocé irremediablemente, siempre me quedará la duda de haberla exprimido al máximo.
Y es que a veces no se disfruta lo suficiente de un momento fugaz que a la postre será imborrable, y te das cuenta pasado un tiempo que lo que viviste formará parte de tu ser, que será parte intrínseca de tu existencia hasta el fin y constituirá una ración valiosa de tu ADN de recuerdos.
Nunca había sentido algo  así, subido en aquel pájaro de acero la vida parecía distinta, mejor. Con el tiempo pretendo exprimir todavía más esas sensaciones que en su momento se agolpaban en un embudo de emociones. Algunas murieron asfixiadas intentando sobrevivir. Demasiadas cosas que sentir en tan poco tiempo.
Al despegar, un primer grito de adrenalina y exaltación dio paso a un murmullo de incredulidad y bienestar. Paz. Volaba, volaba como los pájaros, y no en un lugar cualquiera. Por un momento cerré los ojos, el aire me rozaba la cara, las piernas, las manos. Abrí los brazos y desapareció por arte de magia el leve sonido del motor. Que punto de vista más milagroso. Solo, flotando hacía un Sol que despertaba en un bostezo azafranado, podía acariciar las nubes. La tierra parecía más grande y el horizonte más cercano. El rio Zambeze y la selva a mis pies. De repente, cuán halcón en busca de su presa, una visión insólita, hipopótamos y elefantes en sus quehaceres diarios desde las alturas. Precioso. Nunca mis pupilas habían estado más despiertas, jamás mi atención había estado tan implicada. Poco a poco iba disfrutando más de la situación hasta que el rugir de las cataratas Victoria me abrazó tan fuerte que casi me dejó sin respiración. Vueltas y más vueltas, giros y más giros, como un escualo curioso no dejaba de rodar en las proximidades de ese torrente de vida.
Pero todo acaba. El sueño estaba llegando a su fin mientras más grande se hacía el suelo y más pequeño se definía el horizonte. Mientras más próximo de la tierra me hallaba, más cerca de despertar me encontraba. El suave golpe al aterrizar y el brusco frenazo al parar me evocó instantáneamente a lo que acababa de vivir. Al descender del pájaro de acero, suspiró el último grito de satisfacción que desatascó el resquicio de esencias que quedaba coleando. Y en esa fase terminal de felicidad, volví a mirar al cielo con un ademán de nostalgia, en una despedida infinita.



  Ventura Highway






 





Recorriendo el rio Zambeze hasta las cataratas. 














Nuestra llegada a Victoria Falls

Como si de una agradable metáfora se tratara, el final de nuestra agotadora odisea por el Sur de África acabó en una catarata de placer. Caída libre del cansancio acumulado en una cama de agua pura y cristalina. Relajación, sosiego y descanso.
Solté los bártulos y cachivaches, y antes de que la fatiga me derrotara, propuse impregnarme de la esencia del lugar. Deambulé solitario escudriñando los secretos que escondían las esquinas del magnífico hotel colonial dónde nos alojábamos, el legendario Victoria Falls Hotel. Por un momento imaginé que era la rencarnación del Dr. Livingston, preparando desde el reposo futuras expediciones. Terminé el recorrido sentado en un viejo sillón de cuero granate de un fastuoso y emotivo salón con carácter aventurero, ojeando mapas y planos de la época criolla y libros de esencia viajera. Se detuvo el tiempo contemplando viejas fotos ocres de hazañas y cacerías, mobiliario arcaico, ventanales monumentales, bustos de generales ingleses, alfombras y cabezas de antílopes, cebras y búfalos descomunales. Y mirando cuadros de principios de Siglo imaginé el estruendo provocado por la catarata más preciosa y preciada de África, del mundo.
De vuelta ya en la habitación, comprendí la suerte que tenía al poder disfrutar de las Cataratas Victoria tumbado en la cama y mirando a través de la ventana. Dichoso momento, bendita estampa.











Parecía como si nos estuviera esperando, aguardando al día de mañana para contemplarla en todo su esplendor.



Brevemente, en lengua kokolo, las cataratas se llaman Mosi oa Tunya  (el humo que ruge o humo que truena) y fueron descubiertas por el explorador David Livingstone en 1855. Con una anchura de 1.6 Kms y un salto de 128 metros, el rio Zambeze cae desplomado entre aristas en forma de zig-zag creando un espectáculo único y forjando una frontera natural entre Zambia y Zimbawe.


¿De qué manera teníamos que disfrutarla?, por tierra, agua y aire, y así lo hicimos. Por aire, ya he comentado el inolvidable vuelo en ultraligero. Por tierra, las vistas más bonitas se disfrutan desde el Parque Nacional de Victoria Falls en Zimbawe. Una caminata entre bosques y vegetación autóctona te ofrece la posibilidad de contemplar la caída desde diferentes puntos durante el recorrido. La vegetación predominante es bosque de mopane con pequeñas zonas de bosque de teca y miombo, y un estrecho cinturón de bosque de rivera a lo largo del Zambezi. La pluviselva cercana a las cataratas constituye un débil ecosistema que depende de la cortina de agua generada por aquella. Cuando el nivel del rio se lo permite es fácil ver manadas de elefantes del Parque Zambezi cruzando el rio o en las islas que se forman. Otros mamíferos que pueden verse son el búfalo, ñu, cebra, jabalí africano o facóquero, jirafa, potamoquero, hipopótamo, klipspringer, mono Vervet y papión negro. En raras ocasiones pueden verse león y leopardo. Entre las aves presentes en el Parque se encuentra halcón taita (prolifera en los desfiladeros), cigüeña negra, halcón peregrino, águila cafre y buitre augur. Victoria Falls es una barrera geográfica entre las especies de peces del Zambezi superior e intermedio. Treinta y nueve especies de peces han sido registradas en las aguas después de las cataratas (incluyendo chessa y nkupe) y 84 especies antes de las cataratas (incluyendo pez tigre, kafue pike y silver barbel).





















Acabar aquí nuestra aventura por el Sur de África fue todo un placer.





Vivir y disfrutar Victoria Falls desde las entrañas. Baño espectacular en la Piscina del Diablo (Devil´s pool), no recomendado para gente que padezca del corazón o sufran vértigo. Pero si se logra vencer el miedo, se convertirá en una de las experiencias más impresionante e inolvidable de sus vidas. Devil´s pool es una peculiar “piscina” natural que se ha formado al borde de la catarata. La piedra de uno de los bordes se ha erosionado de tal forma que puedes bañarte con total tranquilidad en la época de menor caudal, que suele ser desde Septiembre a Diciembre. Deleitarse en ese maravilloso jacuzzi natural rodeado de esas increíbles vistas desde las alturas, no tiene precio. La forma de llegar a la piscina es también digna de mención. Esta experiencia sólo se puede disfrutar contratándola en el Hotel Livingston, en la parte de Zambia. Guías experimentados te llevan en lancha hasta un pequeño islote cerca del borde, donde Livingston pasaba largas temporadas descansando y meditando. Una vez allí, y bajo las directrices de los guías, te lanzas al rio intentado que la fuerte corriente no te gane la batalla y puedas llegar sano y salvo hasta el objetivo. Una vez conseguido, fuera del agua y desde lo alto de una roca, piensas; ¡qué coño estoy haciendo yo en medio del Zambeze embravecido y un salto de agua de más de cien metros a mis espaldas! Queda lo mejor, el salto al agua mirando al vacío.








Aposentos donde el Dr. Livingston pasaba largas temporadas, sin duda un lugar tranquilo.


 

Como algo "tan peligroso" te puede hacer sentir tan bien, tan seguro.






2 comentarios:

Lau dijo...

Exelente Blog, lo conocí hace tiempo y me atrapó totalmente. Logras que uno se sienta de viaje.!!!
Si te gustan las manualidades te dejo el enlace de mi rinconcito.
Un saludo!
http://velas-fanalesymas.blogspot.com.es/

Anónimo dijo...

Muchas Gracias Lau,
Como ves, tengo el blog un poco olvidado. Leo me deja poco tiempo libre,... pero tengo todavía muchas esencias y experiencias que contar.
Un abrazo!

Julio