miércoles, 14 de abril de 2010

Up, El Salto Angel

______________________

Hay que subir muy alto para percibir tanta belleza, hay que dejarse llevar por la brisa para llegar muy lejos, tienes que retroceder en el tiempo para convertirte en un explorador intrépido y debes permanecer despierto para no perderte detalle. Como si de una aventura novelesca se tratara, pese al fallecimiento días antes de uno de los mejores pilotos de la zona, te embarcas en la minúscula avioneta en busca de la maraña de aventuras que Arthur Conan Doyle escribió en 1912. Un mundo perdido, extraño, fantástico, repleto de criaturas extraordinarias y paisajes maravillosos. Un viejo mapa con anotaciones misteriosas te acompaña, una cruz escarlata se superpone entre un confuso dibujo en forma de catarata portentosa. Es el tesoro ansiado por el bucanero, el Santo Grial del moribundo, la mejor peripecia del aventurero, el punto y final de la novela, “el Salto paraíso”, el Salto Ángel.
Vuelas sobre un manto verde infinito respetando los sagrados Auyantepui. Atraviesas la bruma y los zarandeos expectante ante el horizonte infinito que se aproxima. Pierdes la mirada en la fuerza de los ríos que intentan sobrevivir serpenteantes entre tanta maleza. Y por fin llegas a Canaima, base perfecta para reparar y preparar el último asalto al torrente milagroso. La laguna de Canaima, que nace del río Carrao alimentado por el mismísimo Salto Ángel, te ayuda a descansar de pasadas jornadas intrépidas y a encarar las bohemias etapas posteriores.
Cargado de fuerza y valor, es el momento de continuar la aventura. Río arriba, navegamos con dificultades con las míticas curiaras, canoas tradicionales. El miedo a volcar es patente en los rápidos. Dejamos el Carrao para adentrarnos en las profundidades del río Churún, aquí el temor se convierte en los bruscos giros e impactos con las rocas del fondo, que pueden dar al traste con el periplo y la consecución de la expedición.
Después de una odisea de cinco horas llegamos al campamento. La niebla habitual y caprichosa nos impide la visión deseada, “el Salto Paraíso” que emerge frente al campamento majestuoso e inaccesible. Decidimos atacarlo en forma de costosa caminata desde el refugio hasta la misma base antes de que la oscura y misteriosa noche de la selva nos engulla uno a uno.
El sudor dejó de fluir, el cansancio se desvaneció, nunca podré olvidar esa increible estampa, ese tremendo rugido y esa milagrosa visión ..... aunque si alguna cosa quedará realmente grabada en mi memoria para siempre, es la ilusión previa al viaje y la aventura hasta encontrarla.


5 comentarios:

Unknown dijo...

Espectacular, como siempre.

María dijo...

Qué maravilla de viaje!!!!!
Un abrazo

juliobcn dijo...

Gracias José y María, ....uy!!! qué combinación.
Cualquier viaje ... a dónde sea, es maravilloso.
Abrazos

Unknown dijo...

Gran reportaje compañero!!!! Espero tener algo parecido en breve, que centro mis viajes en las grandes urbes,,,,,
un abrazo,

juliobcn dijo...

Bienvenido Nacho
No lo dudes, además .... desiertos, selvas, montañas y mares no dejan de ser inmensas urbes naturales que prefieren tonos azules y verdosos al gris, y sosiego al ajetreo.

Un abrazo