jueves, 3 de abril de 2008

Luces y sombras en Venecia


Era una fría y melancólica noche de invierno cuando llegamos a ti entre vaivenes y bruma misteriosa. Buscamos un hotel cercano al puente Rialto, entre pequeñas callejuelas sin nombre, canales sigilosos, murmullos lejanos, soniquete de pasos sin dueño y oscuridad manifiesta. La luz sombría, nos abandonaba en cuanto nos alejábamos de las tristes farolas perpetuamente vinculadas a la pared eterna. Y la neblina persistente, nos hacía imaginar escenas dignas de una buena película de los años 50. Sentimos pisadas, percibimos un aliento, doblamos la esquina precipitadamente y volvimos la mirada con incertidumbre. La sombra misteriosa que portaba capa, sombrero y una quietud sigilosa, sin embargo ágil de movimientos, se esfumó en cuanto una lámpara maravillosa y providencial, nos reveló nuestro destino anhelado.

Al amanecer, descolocados en tiempo y lugar, todo nos había parecido como un extraño y misterioso sueño.Ansiábamos ver el sol, deseábamos impregnarnos de la colorida y enigmática Venecia. Llenar de luz nuestras retinas contemplando el fulgor resplandeciente de su rostro, ese era nuestro cometido. Y la suerte nos sonrió durante casi una semana.

A la hora de partir, añorábamos el recuerdo tenebroso pero ilusionado de la llegada. Queríamos volver a sentir la oscuridad en nuestra visión, la neblina en nuestra piel y el novel temor de las primera horas en nuestro ser…recuerdos en blanco y negro.








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