martes, 21 de septiembre de 2010

The Skeleton Coast

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Mi paso fue tan fugaz como una eterna travesía en el recuerdo. El placer fue tan intenso como el final de una exigua pesadilla. Tan ineludible, inevitable y necesaria experiencia como el reparo en vivirla. Contradicción no es la conclusión, originarla es la afirmación.



El lugar más desapacible de la tierra, eso es Skeleton Coast. “La tierra de la ira de Dios” según los bosquimanos, y “las puertas del infierno” según los antiguos marineros portugueses, se ubica en la zona más árida y desértica de Namibia que cubre la parte norte de la costa del Océano Atlántico.
Se le otorgó el nombre de "la Costa de los esqueletos" porque en sus costas se posaban los huesos de ballenas, focas y cubiertas de navíos que naufragaban a causa de las rocas y la niebla.
El agua helada que golpea con arrebato, la densa niebla oceánica, los fortísimos vientos que azotan sin cesar y el permanente cielo plomizo han alejado cualquier iniciativa de asentamiento humano.
Pese a todo, vale la pena darse una vuelta por allí y disfrutar de una experiencia única, … aunque más vale ir con la mentalidad preparada. Se agradece no tener ningún percance con el coche y ahorrarse tener que pasar la noche allí, “en tierra de nadie …, en tierra de nada”.
El parque nacional posee una extensión de 16,000 kilómetros cuadrados donde se pueden observar los Castillos de arcilla de los Hoarisib, la Montaña de Agata, Salinas y con mucha suerte atisbar la gran colonia de cetáceos y ballenas que frecuentan las costas.

Con los ojos envueltos todavía en bruma, en sueños, se atisba un paisaje diferente, la luz al final del túnel. El sol lo sabe, las nubes también. Como si de un tratado fantástico y eterno se tratara, la garra con la que Skeleton Coast se aferra a una orografía impertinente, deja paso a la luz que se abre iluminando la fronteriza cordillera que delimita la atemorizante costa con un nuevo horizonte renovador. Todavía persiste la confusión en el retrovisor, todavía sientes la frigidez en el aliento, cada vez menos, aceleras, cada vez menos.

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3 comentarios:

María dijo...

No sé si es por el relato o por las fotos o por todo junto, pero el lugar es desolador. Lo tuyo es el viaje a Itaca. Te admiro.
Un abrazo

juliobcn dijo...

Desolador, .... así es María. A veces pienso que viajo a ninguna parte, y es que el mundo se reduce a un sólo lugar, ... que está dentro de uno mismo.
Por cierto, no admires a alguien que comete tantos errores, puede ser un error :-D ... .
Besos

María dijo...

Estoy de acuerdo contigo, cuando viajamos, siempre lo hacemos para encontrarnos a nosotros mismos, para buscar nuestra esencia en diferentes lugares. Creo que eso es lo que nos abre la mente.

Un beso